La Lisa, agosto 8 de 1960

Srta. Lucía González

Querida Lucía:

Te saludo en el nombre del Señor deseando que estés bien. Yo tengo ahora un poco de catarro, pero de lo demás estoy bien.

Lucía, ayer temprano vi con sorpresa que la máquina de los juveniles se paró al frente de la iglesia; esperaba verte en ella, pero me encontré con tu ausencia.

Me dijo Luis que mamá estuvo en Bejucal para verme el sábado, pero que no pudo entrar. Yo esperaba que ella vendría a aquí para arreglar ese problema, pero no ha venido todavía. Yo estuve llamando por teléfono ayer, pero no logré localizarla. Veremos cómo termina todo esto.

Si no se arreglan con la iglesia, quedarán en el mismo lugar que tu familia, y para la boda estaremos solos por esa parte. Por otra parte no estaremos solos, porque Dios no nos dejará, ni los hermanos tampoco, mientras seamos fieles. Después de la prueba viene la victoria; ya algún día seremos felices.

Ya María Viera está aquí; dice que lo que han pasado es un huracán. Algunos hasta pedían que las fusilaran.

Creo que mañana será cuando saldremos para La Salud. Escríbeme a Isla de Pinos y dime por adelantado a dónde te contesto.

Es posible que antes nos veamos, si vamos a recibir al apóstol, o tal vez cuando vayamos para La Salud, ya que tenemos que pasar por Bejucal. Tal vez suceda como muchas veces, que llegamos nosotros después que salieron ustedes.

Aquí está Aurora haciéndonos cuentos de Panamá. Casi me dan deseos de ir a conocer aquellos lugares y comer aquellos platos con torticas de maíz y queso. ¿Quieres que te pague con la misma moneda? Yo tengo que esperarte que vengas de México. Tú esperas después que yo venga de Panamá. ¿No quieres? Pues entonces no me voy.

Dale recuerdos a los hermanos. Acuérdate de mí cuando estés comiendo sabroso en Güira.

Bueno Lucía, recuerda que te quiero. ¿Y tú? ¿Me extrañas? ¡Si, yo lo sabía!

     Pronto nos veremos, hasta entonces. Te quiere tu novio,

Ventura Luis